El lugar en el que se produce el hecho flamenco no solo cambia la forma, sino el fondo de lo que se ofrece. Por eso el espectáculo que puede verse en cada uno de los espacios escénicos en los que históricamente ha tenido cabida este género resulta distinto. Cuartos de cabales y reuniones familiares, cafés cantantes, plazas de toros, cuevas, teatros y tablaos. Estos son, a grosso modo, los principales espacios que han tenido significancia, aunque existan otros: edificios patrimoniales singulares, por ejemplo, o festivales al aire libre, muy presentes en Andalucía durante el verano.
La experiencia de los tablaos viene marcada por su carácter intimista. El público es reducido y el arte se paladea en cercanía con los intérpretes, no como en el teatro
¿Conoces las diferencias, en este sentido, entre el tablao y el teatro flamenco? La primera de ellas radica en su origen. El teatro flamenco supone la apertura de esta cultura a un aforo habitualmente más masivo. Entran en juego técnicas propias del teatro, dadas las mayores dimensiones del escenario y el equipo de luces, sonido, etc. con el que se cuenta. Podríamos decir que el teatro flamenco se nutre de llevar el cante, el baile y la guitarra a otro lugar que, según en qué momento histórico, le ha sido propio o ajeno a esta música.
Los tablaos, más íntimos
El tablao, sin embargo, tiene unas reglas fijas que lo definen casi como un estilo propio. En primer lugar, porque tiene artistas en convivencia. Es decir, un cuerpo fijo de cantaores, bailaores y guitarristas que trabajan en ese mismo marco. Fueron tablaos como El Corral de la Morería, en Madrid, los que propiciaron a mediados del siglo pasado la estabilidad económica de los artistas. Y cada día, un grupo formado por hombres y mujeres se suben a defender un show con matices propios. O sea, cuenta con una programación permanente. También funciona como un motor creativo en el que la manifestación artística está continuamente renovándose. Es preciso destacar que algunos teatros han cogido elementos del tablao para incorporarlos y aproximarse a esta eperiencia, como el cartel permanante que termina por convertirlo en una referencia.
La experiencia de la que presumen los tablaos viene marcada, además, por su carácter intimista. En el tablao flamenco el público es reducido y el arte se paladea en cercanía con los intérpretes, no como en el teatro. Y esto, lo que podríamos denominar la propia atmósfera, es el aspecto central en el que uno y otro difieren. Los tablaos son lugares creados en exclusiva para recibir espectáculos jondos, lo que también se ve reflejado en su decoración. La luz tenue, los cuadros que pueblan las paredes, las fotografías y la historia que rezuman algunos son valores en sí. Todo ello termina por convertir algunas de estas casas en verdaderos templos del flamenco.
Gastronomía
No hay patios de butacas en los tablaos, sino sillas (de enea, en la mayoría de los casos) y mesas. Y en esas mesas, he aquí otro atributo a destacar, se sirven bebidas y comida. Es decir, en los tablaos la gastronomía forma parte del conjunto. Cuando el Corral de la Morería consiguió la Estrella Michelín se convirtió en el único espacio escénico del mundo en poseerla, podio que continúan ocupando en solitario. En el teatro, lo más parecido, que tampoco lo es, sería el ambigú, que sirve de lugar de reunión en el que tomar algo a la entrada. Sin embargo, lo que se plantea aquí es más bien una simbiosis donde cante, receta y vino tienen un denominador común basado, en este caso, en el origen y la búsqueda de la excelencia.
El artista que se enfrenta al teatro sabe que tiene otras cartas con las que jugar que en el tablao. Dice la bailaora Blanca del Rey que en el segundo «se ven todos los fallos, por eso a algunos les cuesta más subir». Cabe mencionar que la palabra tablao proviene de las tablas de madera en la que el bailaor percute con los pies. El sonido que se produce, por tanto, también tiene un sello propio que lo caracteriza. En los teatros, el material dependerá de cada cual. Ambos conviven: teatro y tablao. Ofrecen propuestas distintas. Y siguen existiendo en la actualidad para dar cabida a lo más elevado de esta expresión que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Las máximas figuras del cante, el baile y el toque no han dejado de crear en los tablaos desde que en los años 50 llegaran a ellos. Con el mismo intimismo de antaño en Corral de la Morería.