El instrumento que tradicionalmente se emplea en el flamenco es la guitarra, entendida en un principio como elemento de acompañamiento al cante y, más tarde, también en solitario, como concertista. Esto ha sido gracias a los avances que han producido genios de la sonanta como Ramón Montoya, Sabicas, Paco de Lucía o Serranito, entre otros músicos. Sin embargo, son muchos los instrumentos que podemos encontrar en un espectáculo flamenco en la actualidad. Y lo mejor: cada vez hay más.
Por un lado, ya en grabaciones antiguas escuchamos castañuelas, vinculadas a diferentes escuelas dancísticas desarrolladas en España y al folclore popular. También otros instrumentos encuadrados en la percusión menor como botellas rascadas, el almirez, claves, carracas y zambombas. Estas últimas reservadas para las reuniones familiares en Navidad, donde sobre su compás se interpretan villancicos. Ni que decir tiene que las palmas, el zapateado y los yunques, enraizados con los cantes de fragua, tienen orígenes remotos.
El cantaor Manolo Caracol argumentó que el flamenco se podía hacer hasta con una gaita. Los discos de Diego Carrasco, con temas como “Bailaor”, demuestran que sí:
La percusión con pieles, con bongos y congas, por ejemplo, fue la antesala de la llegada del cajón al género jondo. Y es que la década de los 70 y el trabajo realizado desde el Sexteto de Paco de Lucía favorecen el momento más interesante en cuanto a la incorporación de instrumentos que parecían ajenos a esta cultura. El cajón peruano, con Rubem Dantas al golpe, entró en todas las casas de los artistas como el rock lo hizo en territorio español: sin avisar. Y, de pronto, en discos como “La leyenda del tiempo”, en el que participaron músicos de formaciones como Alameda, Diego Carrasco y los Amador, escuchamos baterías, bajos eléctricos, flautas y diferentes vientos. El último en llegar, en este sentido, fue la armónica cromática, que lo hizo con Antonio Serrano.
Hoy podemos escuchar también violines, contrabajos, fagots y prácticamente cualquier instrumento dentro del flamenco. De hecho, en el prestigioso Festival de la Unión, uno de los premios que se entrega es el Filón Minero, una categoría en la que se incluye todo lo que no sea cante, baile ni guitarra. Es decir, este maravilloso cajón de sastre en el que nos encontramos y donde hay referencias como Pablo Martín-Caminero, Jorge Pardo, Carles Benavent y Tino di Geraldo.
El caso del piano
El viaje del piano flamenco transita un terreno único que merece párrafo aparte. Los primeros referentes fueron Pepe Romero, Arturo Pavón y Felipe Campuzano. Pocos, en realidad, para la escena de la que disfrutamos hoy, donde el piano ya no imita al cante ni a la guitarra, sino que tiene entidad propia con intérpretes como David Dorantes, Chano Domínguez, Diego Amador, Pedro Ricardo Miño, Chico Pérez y el jovencísimo Andrés Barrios, entre otros.
Pero la idea de fondo parece evidente. En una entrevista a principios de los años 70, el cantaor Manolo Caracol argumentó que el flamenco se podía hacer hasta con una gaita. Los discos de Diego Carrasco, con temas como “Bailaor”, demuestran que sí: algo habrá tenido que ver su compadre, el flamencólogo gallego Faustino Núñez, en esa aventura. Se puede hacer flamenco con una gaita. También con una marimba, como hace el percusionista Antonio Moreno, y con una kalimba, como hizo La Tremendita en “Para ti”, del álbum “Fatum”. Gualberto ha grabado toda una discografía con el sitar junto al toque de Ricardo Miño. Asimismo, aparece en la “Nana del Caballo Grande” de Camarón y con Manuel Agujetas en un trabajo conjunto. Ha llegado también el arpa, el laúd y el clarinete. El flamenco parece tener unos códigos firmes a los que se pueden adaptar sonoridades de otras culturas. A pesar de todo, es la guitarra el instrumento intrínseco al género, que ahora convive con toda una orquesta en el escenario.