¿Es moderno el flamenco tradicional? ¿Cuánta tradición hay en el flamenco moderno? ¿Qué representan hoy etiquetas como vanguardia, ortodoxia, heterodoxia, pureza, clasicismo…? Tanto en el cante como en el baile, la guitarra y el resto de instrumentos que se han ido incorporando a la escena siempre han convivido diferentes estéticas. Lo que en un momento al público le parece radicalmente moderno, con el tiempo, si perdura, se antoja clásico. Son muchas las líneas que convergen, también los proyectos que caducan. Unos miran hacia las raíces y otros tratan de llevar esas raíces a otros contextos. Todos los artistas, en su conjunto, generan riqueza en el abanico. Además, cómo no, de ese elemento imprescindible: la audiencia que se interesa por ello.
La evolución de las grandes figuras de la primera mitad del siglo XX, además, nos dejan dejan trazar ciertos paralelismos: Camarón, El Lebrijano, Enrique Morente, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar… Comenzaron innovando sin salirse de los esquemas jondos y, después, de manera natural, fueron incorporando otros elementos a sus discos: rock, música sinfónica, jazz, andalusí… Fueron, por así decirlo, contemporáneos de su tiempo y comprometidos con su cultura, con la que se desarrollaron de manera paralela.
Movimientos que coexisten
En los tablaos flamencos, como el Corral de la Morería, tanto los más tradicionales como los más experimentales tienen cabida, al igual que sucede en los festivales. En la Bienal de Flamenco de Sevilla, el Festival de Madrid, la Suma Flamenca, el Festival de Jerez, Londres, Nueva York, Nimes o Mont de Marsan, por ejemplo, se alternan recitales con otro tipo de espectáculos mucho más eclécticos. Así en un mismo marco podríamos escuchar a Inés Bacán un día y al siguiente a Rocío Márquez.
De este modo, en numerosas ocasiones en un mismo artista conviven ambas caras. Ese es el caso de Manuel Liñán, en el baile, y La Tremendita, en el cante. Pueden disfrutarlos tanto en un montaje de grandes dimensiones con todo tipo de atributos de las artes plásticas y escénicas como en la intimidad que ofrece el género cuando se reducen los recursos: unas palmas, una guitarra y una voz. En ellos mismos, coexisten ambas manifestaciones. A veces, incluso, riñen con ellas.
La Niña de los Peines fue moderna, porque creó un palo, se adelantó a su época llevando el cante de mujer donde nunca antes había estado, profesionalizó la actividad del cantaor durante la Ópera Flamenca, cantó por bulerías canciones mexicanas y coplas, adaptó a Lorca, posó ante Zuloaga… Hoy, sin embargo, es una primera referencia que podríamos catalogar de clásica. Al menos, de canónica.
La música electrónica es la tendencia que se ha incorporado al flamenco más reciente: miren los últimos trabajos de Rocío Márquez, David Lagos, Raúl Cantizano o Rycardo Moreno, entre otros. Pero estos mismos artistas siguen ofreciendo recitales de corte clásico. Son las inquietudes por explorar terrenos que aún no se han pisado las que les conducen por esos derroteros. Lo fugitivo, como dice el poeta, permanece y dura. Por eso hay modas que aportan y otras que pasan de largo sin dejar rastro.
Lo moderno se hace tradición, y viceversa
La Niña de los Peines fue moderna, porque creó un palo, la bamabera, se adelantó a su época llevando el cante de mujer donde nunca antes había estado, profesionalizó la actividad del cantaor durante la Ópera Flamenca, cantó por bulerías canciones mexicanas y coplas, adaptó a Lorca, posó ante Zuloaga… Hoy, sin embargo, es una primera referencia que podríamos catalogar de clásica. Al menos, de canónica. Y lo mismo sucedió con Silverio Franconetti, Antonio Chacón y otros tantos a lo largo de los tiempos. Fueron disruptivos y solo la perspectiva los transformó en tradicionales.
Además, habríamos de definir qué es la modernidad. Farruquito, por ejemplo, está considerado un bailaor tradicional. Cuando con mayor fuerza irrumpió en el panorama a principios de este siglo, había otros montajes considerados más “modernos” que hoy han desaparecido sin dejar huella. La influencia de los Farruco, por otro lado, es la más notable en la actualidad, pues tiene cientos de adeptos. ¿No es, entonces, uno de los que, moderno o no, más ha marcado el presente?
Israel Galván, Farruquito, Andrés Marín, Eva Yerbabuena, Eduardo Guerrero, Sara Baras, María Pagés, Rocío Molina, Patricia Guerrero, Jesús Carmona, Manuel Liñán, Isabel Bayón, Belén Maya y otros tantos son la primera línea de la danza flamenca. Entre ellos, coexiste la tradición con lo experimental. Pero reina, sobre todo, el flamenco, que no deja de avanzar nutriéndose de otras artes desde el inicio de los tiempos.
Alrededor de lo jondo siempre han orbitado otras músicas que ayudan a definir las fronteras de este género con otros. Por ejemplo, el compositor Joaquín Turina incluyó el garrotín y la farruca en sus pentagramas, igual que el grupo rockero Triana añadió varios compases de seguirillas en el tema “Abre la puerta”. También Rosalía ha hecho lo propio en muchas de sus canciones. ¿Dónde termina el flamenco moderno contemporáneo y arranca otro género? Kiko Veneno, el Nuevo Flamenco que protagonizaron Ketama, Barbería del Sur y otros tantos grupos… El cante destilado por el latin jazz. Los Delincuentes y Juanito Makandé. El mal titulado «flamenquito». El folclore y el rock… Es mucho lo que lleva décadas orbitando en derredor y aportando matices.
¿Es flamenco todo lo que sale de un flamenco?, nos preguntamos. Pero la respuesta a todo es el resultado de la tensión entre estas dos, digamos, disciplinas que batallan y se nutren: tradición y vanguardia. Unos se encargan de hacer volar la cultura y otros de que no pierda su origen. Es decir, una aproximación al posible punto de partida. Así sabemos de dónde venimos y, desde luego, caminamos hacia una dirección. El flamenco le canta a la vida, y con ella evoluciona.
