Cultura del flamenco

Origen de las alegrías y curiosidades

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Origen de las alegrías y curiosidades

Ha pasado un siglo desde su origen. El cantaor Ignacio Espeleta, según Chano Lobato, escucha el rasgueo de la guitarra en una fiesta en la que está el torero Ignacio Sánchez Mejías. Se acerca el «Un, dos» del compás en el que ha de entrar la voz y Espeleta, recuerdo, según Chano Lobato, con el estómago encharcado de gracia, olvida la letra: «Tirititran tran tran…», entona, sin saber que en ese preciso instante está inaugurando la entrada canónica de este palo. ¿Cómo no iba a ser el más alegre de todos los existentes si el origen de su salida estriba entre lo anecdótico, lo inverosímil y la genialidad? Este palo, la alegría, parece tener la sal de Cádiz en cada uno de sus vértices.

Qué son las alegrías

Las alegrías son unos cantes esencialmente festeros, de aire jocoso y letra con esencia popular, utilizando el octosílabo en estrofas de cuatro versos y recogiendo en su imaginario calles, vírgenes, recetas y un vocabulario propio de las zonas en las que se desarrollan: especialmente, la bahía de Cádiz, aunque también Córdoba. 

Estamos, por así decirlo, en el más interpretado de los tipos de cantiña, grupo de cantes donde se encuadran, además, las alegrías y las cantiñas propiamente dichas, como la de Pinini o la rosa, los caracoles, que se popularizaron en Madrid a través de Antonio Chacón, el mirabrás, con contenido de pregón, y la romera, tan en desuso.

Jotas, flamenco y folclore

La ocupación francesa y la celebración de las Cortes de Cádiz favorecieron a principios del siglo XIX la influencia de las jotas aragonesas en la música folclórica de la tierra. Y la jota aragonesa, allí abajo, se aflamencó en su melodía, siempre en tonos mayores, algo que en la música directamente nos evoca a lo feliz, a lo alegre. Además, se cuadró en el compás de amalgama propio de la soleá, aunque mucho más veloz y con otras acentuaciones, para hacerla aún más bailable. Es por ello que algunas de las letras mencionan, por ejemplo, a la Pilarica, «la más hermosa…». En la armonía de la guitarra también se evidencia esta confluencia. ¿Escucharon la jota que registró el cantaor gaditano Niño de Medina?

El cantaor gaditano Chano Lobato (Paco Manzano)

A finales del siglo XIX, las alegrías se convirtieron en una parte destacada del espectáculo que se ofrecía en los cafés cantantes. Continuaron desarrollándose durante toda la Ópera Flamenca, con el auge de los tablaos en Madrid en los años 60 y en los festivales, hasta nuestros días. Apúntese a una escuela de cante, baile o guitarra flamenca y… atención, la alegría suele estar en la base del aprendizaje.

Principales intérpretes de alegrías

Sus intérpretes históricos más destacados han sido, entre otros, Enrique El Mellizo y su sobrino, Enrique Butrón, La Niña de los Peines, Aurelio Sellés, La Perla de Cádiz, Manolo Vargas y, más recientemente, Chano Lobato. Sebastián El Pena, en 1909, grabó las primeras de las que tenemos constancia. En lo que al cante se refiere, tras el ‘tiritritrán’, tradicionalmente, viene una letra de inicio con su coletilla. Después, una de desarrollo, algo más valiente, con otra coletilla. Y, finalmente, la letra de cierre con el remate. Habitualmente, siempre el mismo: aquel de los titirimundis. 

Su melodía suena a lo que la tierra ofrece: mucha agua, sol y sal. Únicamente el rasgueo de la guitarra de Paco de Lucía en ‘La Barrosa’, Manolo Sanlúcar en ‘Alegrías de Torre Tavira’ o el maestro Patiño, a quien tan solo podemos imaginar, nos hacen descubrir un paisaje concreto. Tienen una cadencia natural que parece mecerse como una ola. Sus subidas son golpes de mar. Sus bajadas, barcas. Hay, como digo, sal cuando Pericón de Cádiz se asoma para balancear este racimo de versos hablados. Fue a través del baile, sin embargo, como llegaron a ojos de la mayoría. 

Se emplea la bata de cola, tan propia de la escuela sevillana de baile, y, a veces, las castañuelas. La Mejorana, Gabriela Ortega, La Jeroma y La Macarrona son las mujeres que fueron dibujando algunas de las mejores estampas por alegrías. Primero, en los cafés.

Si la seguirilla es un baile eminentemente de pies, este es de brazos, de torso, aunque en las escobillas con zapateado («¡tico ta tan tan tin ton tan!») tomen un mayor protagonismo los tacones. Se emplea la bata de cola, tan propia de la escuela sevillana de baile, y, a veces, las castañuelas. La Mejorana, Gabriela Ortega, La Jeroma y La Macarrona son las mujeres que fueron dibujando algunas de las mejores estampas por alegrías. Primero, en los cafés. Después, en todos los demás espacios donde se llevó el flamenco.

Matilde Coral hizo de ellas vuelos de palomas. Mario Maya, uno de los palos fuertes de su amplísimo repertorio. Sin los tablaos madrileños y de otras partes del mundo que iniciaron su andadura entre los 50 y 60, como El Corral de la Morería, los cantaores que con aportaciones personales la fueron confeccionando, los guitarristas que las hicieron verdaderos himnos y los bailaores y bailaoras que las congelaron en hermosas fotografías esta historia sería diferente. 

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